El mumijo es conocido de hace más de 2.500 años en Asia como un extraordinario remedio curativo. Es una tierra mineral, soluble en agua, parecida a la resina, con un gusto amargo y ácido y un olor característico agradable. Es único en cuanto a su composición, que incluye hasta 90 minerales y oligoelementos distintos, hidratos de carbono, alcaloides, lípidos, esteroides, polifenoles, aceites esenciales, diferentes aminoácidos, vitaminas del grupo B y ácidos húmicos. Es muy valioso por sus compuestos complejos: un grupo de investigación estonio ha podido identificar en el mumijo 65 compuestos orgánicos, de entre ellos 24 ácidos grasos libres no documentados hasta la fecha.

En la intacta naturaleza de Siberia, los aldeanos atesoran esta valiosa tierra mineral en condiciones extremas, a miles de metros de altura. La cuidadosa limpieza se lleva a cabo con agua de los manantiales de la montaña. Para obtener de 60 a 80 kg de tierra mineral suelta se precisan 1000 kilogramos de piedra mumijo.

Mumijo significa, traducido del griego antiguo: "proteger el cuerpo contra las enfermedades" o también "prevenir la enfermedad". Lo mencionan los médicos de la Antigüedad –Hipócrates, Avicena– y se ha llegado a denominar "piedra milagrosa" (en sánscrito se conoce como "shilajit", que significa "roca invencible"). Conocido desde hace muy poco en Occidente, los científicos están investigando los secretos de sus virtudes curativas únicas.

El mumijo fortalece el sistema nervioso, mejora el sistema circulatorio y el corazón y resulta especialmente eficaz en tratamientos del sistema digestivo y el estómago; además favorece la digestión y es extraordinario en caso de hemorroides. También es especialmente efectivo para a la desinflamación y curación de traumatismos y fracturas óseas. Se utiliza como remedio curativo para la regeneración en general, contra las infecciones e intoxicaciones.

Los aldeanos de Siberia hacen de vez en cuando una cura de mumijo para la regeneración física y el aumento del rendimiento en general.